jueves, 25 de febrero de 2010

Los obispos ante la inseguridad

Los obispos ante la inseguridad
Erasmo Sáenz Carrete
http://impreso.milenio.com/node/8725392
 
2010-02-25•Acentos
El Episcopado mexicano acaba de publicar un documento de gran trascendencia para el país, pues se analiza la situación de inseguridad: "Que en Cristo Nuestra Paz México tenga Vida Digna". Quizás desde 1968, cuando los obispos mexicanos analizaban la situación de aquel entonces (carta pastoral "Sobre el desarrollo e integración del país"), un documento de esta naturaleza no se había publicado. Destaca por su oportunidad, claridad, valentía, neutralidad y un profundo mensaje religioso.
Debe subrayarse que en algunos lugares del territorio nacional, varios obispos ya se habían pronunciado sobre esta realidad. Fue el caso de la Arquidiócesis de Durango en dos ocasiones, los obispos del Noreste en 2005, la provincia de Acapulco y Guadalajara en 2008. Ecos de sus análisis se encuentran en este documento preparado por la Comisión Episcopal para la Pastoral Social.
La situación que vive el país en términos de violencia se ha vuelto "estructural". Llama la atención a los obispos que la delincuencia organizada se dejó crecer (número 13) y que México pasó de ser un proveedor de estupefacientes a convertirse en un consumidor. Pero el origen de todo ello es el sistema social, económico y político excluyente, desigual e injusto, donde "la concentración de riqueza (está) en pocas manos" (33). En el campo, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte no logró que el país consiguiera la "soberanía alimentaria". La pobreza, pues, es el caldo de cultivo para atraer, principalmente, a los jóvenes a un espejismo de ganancias rápidas y un cierto poder. En el campo, por su abandono, resulta por coacción o seducción "más rentable" la siembra de estupefacientes (37).
Otro de los males que han desencadenado el actual estado de cosas es, sin duda alguna, la corrupción que los jerarcas definen "como una forma de violencia". Pero el éxito de la seguridad "no se relaciona directa y principalmente con la capacidad bélica", sino con pleno empleo y más educación (50). La procuración y administración de justicia y un régimen penitenciario deficientes son también elementos que han abonado a la actual situación. Particularmente las prisiones experimentan una crisis grave donde se convierten en "universidades del crimen".
Los obispos, además, alertan ante posibles salidas, como negociar con el crimen organizado. Si en el pasado estas prácticas se dieron, hoy más que nunca este tipo de soluciones son "inadmisibles". Sería tanto como entregar porciones del poder o territorios al narcotráfico.
Los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad: "La transmisión de contenidos violentos, que recurre al sensacionalismo sangriento, que narra con lujo de detalles las acciones criminales y los hallazgos macabros; que repite, una y otra vez, los modos de operar de los delincuentes, sus mecanismos de tortura o de eliminación de las víctimas, genera en la sociedad miedo y desconfianza, con lo que se afecta la convivencia social y se daña el tejido social" (88).
Por eso es urgente "abordar la compleja realidad de la violencia que se vive en México desde un enfoque de salud pública que permita asegurar para el mayor número de personas el beneficio de la seguridad y de la paz" (99). Para ello hay que sortear tres crisis graves de la realidad mexicana: de legalidad, del tejido social y de moralidad.
En estas circunstancias, el creyente tiene una amplia responsabilidad: "Por ello reconocemos que la inseguridad y violencia que vivimos son un signo del debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de ello, quienes nos confesamos cristianos, debemos asumir nuestra responsabilidad" (152). Un cambio estructural es necesario, "el cambio de las estructuras injustas es importante para disminuir la hiriente desigualdad que hay en México. Es necesaria una incidencia significativa de los cristianos en la política, en la economía, en la cultura y en todos los campos de la vida social…" (166).
Al hacer un llamado a los gobernantes, fuerzas armadas, partidos políticos, los obispos interpelan a "la sociedad… responsable de participar vigilando y verificando que las autoridades asuman a cabalidad el compromiso que tienen con el pueblo, atendiendo a los factores que contribuyen en la vida social, económica, política y cultural a la inseguridad y a la violencia" (246). En suma, es un llamado a todos los actores de la vida de México para revertir el clima de violencia y trastocar el cáncer social del narcotráfico.
scea@xanum.uam.mx



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